El tiempo es ajeno a la "verdadera naturaleza espiritual" del hombre.
"Para Dios el pasado y el futuro son iguales, y todas las cosas están incesantemente presentes ante Él. El tiempo y la ley del tiempo no comenzaron sino después de la prevaricación de los primeros espíritus, y si hoy el hombre mismo está sometido a él es sólo como resultado de su propia prevaricación; incluso podría reconocer fácilmente, si se observara con atención, que el tiempo es ajeno a su verdadera naturaleza espiritual..."
Nuestra indiferencia al tiempo es una actitud mental fundamental – y en esto reside el verdadero secreto metafísico más importante de «la ontología rectificada», enseñándonos que el tiempo es extraño a nuestra «verdadera naturaleza espiritual».
Para ponernos en la intimidad del Ser eterno e infinito conviene establecernos en su «presencia», que es, precisamente, un «presente» eterno ajeno al tiempo, experiencia descrita por Jean-Baptiste Willermoz, demostrándonos que cuando el hombre ha sido absorbido intelectualmente por la meditación de cuestiones de un orden superior, se da cuenta, con asombro, que el tiempo ha transcurrido de forma inconsciente y que sólo con el retorno a los objetos materiales es cuando nuevamente está sometido a la sucesión temporal de las horas:
«Qué nos baste pues con saber que, ni para Dios, ni para ningún espíritu puro, hay tiempo, y por consiguiente ninguna medida de tiempo; que para Dios el pasado y el futuro son iguales y que todas las cosas están presentes ante él sin cesar. El tiempo y la ley del tiempo no han empezado sino después de la prevaricación de los primeros espíritus, y si hoy el mismo hombre está sometido a ello, sólo es por las sucesiones de su propia prevaricación; todavía podría incluso reconocer fácilmente, si quisiera observarse atentamente, que el tiempo es extraño a su verdadera naturaleza espiritual; porque si su espíritu estuvo fuertemente, sin distracción y durante mucho tiempo, ocupado en la meditación sobre objetos intelectuales que han excitado su inteligencia, ve con asombro, al salir de este estado como de un profundo sueño, que varias horas del tiempo han transcurrido sin que lo sepa, y sólo comparando el momento presente con aquél con el que comenzó su profunda meditación es como puede calcular la duración del intervalo que les ha separado [1]»
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El Fénix Renaciente, «El Ser eterno e infinito y el Régimen Escocés Rectificado», n°6, 2020, pp. 76-77.
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Nota
[1] J.-B. Willermoz, Doctrina, Instrucción particular y secreta a mi hijo, 1818, op.cit., 6° Cuaderno.
*Traducción al español tomada de la misma sobre este artículo que se encuentra en el Boletín n°65 del Grupo de Estudios e Investigaciones Martinistas y Martinezistas de España (GEIMME) pp. 31.